Tierra de Pinares, donde el Duero convierte el bosque en sagrado
En las localidades sorianas de Duruelo, Covaleda, Salduero, Vinuesa y Molinos, la vida gira en torno al monte donde buena parte de la población vive de los aprovechamientos madererosDesde el mirador de Castroviejo se disfruta de una asombrosa panorámica de esta comarca. Envuelto en un mar de árboles, en un primer plano, el caserío de Duruelo; al fondo, el de Covaleda. El Duero discurre casi oculto, sólo perceptible porque el color de los árboles que crecen junto a la ribera toma un verde más intenso que define su traza.
El padre Duero, recién nacido en las más altas laderas sorianas de la Sierra de Urbión, echa a andar protegido entre un inmenso manto de pinos. "Aquí el monte lo es todo", comenta Concha Martínez. Durante doce años, hasta junio pasado, ejerció de alcaldesa de Covaleda. "El pinar es sagrado y los vecinos sólo se levantan y protestan si se intenta hacer algo en el monte que consideran que nos es bueno", indica esta geógrafa, que con 24 años recién cumplidos fue elegida regidora de su pueblo, se presenta como una defensora de sus raíces y descendiente de hachero. Su padre, como otros muchos, comenzó con 17 años "a tirar madera". Fue un trabajo muy duro, "pasaban todo el día en el monte y se cobraba por jornal".
En la Tierra de Pinares el monte es del pueblo, se explota en régimen comunal y los vecinos reciben parte de los beneficios que se obtienen por la venta de la madera. Pero, "no se nos salen los billetes por debajo de la puerta", comenta con sorna Concha, intentando borrar la fama del elevado nivel económico con el que se ha identificado desde siempre a los pinariegos porque, anualmente, reciben "la suerte de pinos". Sí reconoce que "hubo años donde se vivió muy bien, porque era un complemento económico para las familias". Echen cuentas, en 1950, en Covaleda, el consistorio pagaba unas 125.000 pesetas por "suerte".
Las ordenanzas recogen que tienen derecho a un lote de pinos aquellos lugareños con 25 años de arraigo y vinculado a través de dos generaciones. Con estos estipendios no es de extrañar que, durante siglos, en estas localidades de la Tierra de Pinares la identificación de las personas con el monte haya sido total.
Sin embargo, reconoce que hay tradiciones que mantienen su vigencia, nunca se tala más de lo que se repuebla y "todos cuidan de que no se produzcan incendios", indica el veterano funcionario municipal, revelando otra tradición que constata el espíritu conservacionista de sus moradores.
En Duruelo, Covaleda, Salduero y Vinuesa se suceden las serrerías, es el principal negocio, pero los hay emprendedores que le han echado imaginación y han conseguido obtener productos exclusivos transformando la madera. Los hermanos Moreno hablan "casi a diario" con artistas tan conocidos como Antonio López, Tàpies, Barceló, Alejandro Garmendia o José María Cano. Han reconvertido la carpintería que fundó su padre en una próspera empresa de bastidores para cuadros y los mejores pintores, y hasta museos como el Reina Sofía o El Prado, son sus clientes. El éxito radica en la calidad de la madera, "por supuesto, pino Soria", advierten. También han adquirido renombre por patentar un novedoso sistema de cola de milano con el que estabilizan el armazón. "Sólo trabajamos por encargo y hemos llegado a fabricar bastidores de hasta 20 metros de largo".
El Duero ha creado en esta Tierra de Pinares una simbiosis de agua, luz, árboles y gentes. La fuerza del río sirvió durante varios siglos para mover los aserraderos de madera que se levantaban a su orilla. Junto al río también se construyó la primera central eléctrica que iluminó estos pueblos y el monte bebe de sus aguas, a tragos cortos, saboreándolos lentamente, porque los árboles están fuera del tiempo y de nuestro espacio temporal.Fuente: Diario de Burgos
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